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El origen de nuestras frases hechas: ¡hoy tiramos la casa por la ventana y se va a armar la marimorena!

2 Sep

Ser un gorrón, no hay tutía… Nuestro idioma es muy rico en refranes, pero también lo es en frases hechas, sin moraleja o lección final, pero cuyo origen es un misterio para la mayoría de nosotros. Así que hoy te traigo una de curiosidades, de esas que tanto te gustan. He investigado por ahí, con ese espíritu detectivesco que me caracteriza, y he averiguado cuál es el origen de nuestras frases hechas, o al menos de algunas de ellas, que es que tenemos muchas. ¿Te interesa? ¿Te apuntas? ¡Pues vamos allá, pardiez!

 

Del ojalá al ojo de buen cubero: el origen de nuestras frases hechas

 

1. ¡A buenas horas, mangas verdes!

 

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Esta frase hecha la utilizamos cuando algo llega demasiado tarde, cuando ya no hay nada que hacer o se ha perdido una oportunidad. ¿Y cuál es el origen de esta frase hecha? Pues tenemos que remontarnos nada más y nada menos que al siglo XV, ya que fue Isabel la Católica quien estableció la Santa Hermandad, que vendrían a ser los antidisturbios de nuestra época. Su uniforme se componía de una monísima túnica corta, similar a la de los templarios, combinada con unas favorecedoras mallas… y unas mangas verdes. Parece ser que este cuerpo de élite no era demasiado veloz acudiendo a las escenas del crimen, y siempre llegaban demasiado tarde. De ahí la expresión: ¡a buenas horas, mangas verdes!

 

2. A la vejez, viruelas

 

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Esto lo decimos cuando algo sucede más tarde de lo que por lógica debería ser… como por ejemplo una servidora, que en su vida se había calzado unas zapatillas deportivas más allá de para combinarlas con unos pantalones pitillo, y ahora en la casi cuarentena se ha vuelto adicta al spinning y el pilates. En fin, a lo que nos ocupa: el origen de nuestras frases hechas; no te despistes, Olga. Pues resulta que la viruela o viruelas era una enfermedad típica de niños y adolescentes que dejaba marcas terribles en el rostro, por lo que no era común que la padeciesen personas de edad más avanzada.

Y esta frase en concreto fue el título de una comedia de mucho éxito, estrenada en 1824. La obra trataba de una pareja de ancianos que encontraban el amor a una edad ya tardía, y ahí fue cuando empezó a utilizarse la frase con este significado irónico.

 

3. No hay tutía

 

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Esta me encanta porque es muy peculiar, y me ha dejado atónita totalmente. La frase la utilizamos para indicar que no hay nada que hacer, que no hay remedio. Hasta aquí ok. Lo que me ha dejado pizcueta es el origen de esta frase hecha, y es que proviene del término árabe hispánico attutíyya. La atutía era un ungüento que en un principio fue desarrollado por los médicos árabes para problemas oculares, pero que con el tiempo se acabó convirtiendo en algo que valía pa’ tó. El componente básico de este «remedio» era el óxido de zinc, así que no sé hasta qué punto era realmente beneficioso, pero lo cierto es que de ahí viene esta expresión coloquial, que la RAE admite en sus dos versiones: no hay tutía o no hay tu tía. Y es que, si no había tutía… ¡mal íbamos!

 

4. A ojo de buen cubero

 

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Esta expresión la utilizamos para indicar que algo se mide o se calcula de forma aproximada, sin ser demasiado puntilloso o exacto. ¿Pero por qué esa frase? ¿Por qué cubero? Pues verás, resulta que en la antigüedad, en los mercados, los líquidos se vendían por cubas, esa era la medida utilizada. Ya fuese vino, aceite o aguardiente, ese era el sistema para calcular el precio. Pero claro, esas cubas o cubos los debía de fabricar alguien, y ese alguien era el cubero. El problema venía del hecho de que cada cubero hacía sus cubas a ojo, intentando que fuesen todas iguales, porque no existían moldes para asegurarse de ello. Y de ahí viene hacer algo a ojo de buen cubero… ¡pero sobre todo que no sea nunca de uno malo!

 

5. Armarse la marimorena

 

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Armarse la marimorena indica que se lía una gorda, que hay más que palabras, que llega la sangre al río (¡uy, esa nos va a faltar!)… Pero de dónde proviene, ahí está el quid de la cuestión. Y es que resulta que este caso tiene una protagonista muy concreta, María, una mesonera que regentaba un establecimiento en Madrid, allá por el siglo XVI (ahí es nada), esposa de un tal Alonso de Zayas para más datos. Parece ser que estos dos empresarios servían en su local dos tipos de vino: uno bueno para los clientes más ricos, y otro más peleón para el vulgo. Total, que un día la clientela llana se les rebeló y exigió probar el vino bueno, a lo que María se negó rotundamente. Esto provocó tal pelea en el local que este quedó totalmente destrozado: mesas, sillas, jarras, barriles… todo quedó arruinado. Hasta tal punto fue grande esa ruina que todavía hoy, cinco siglos más tarde, seguimos rememorándola. O más bien, seguimos rememorando a María y a su carácter, que todo indica que era de aúpa.

También puede ser, en realidad, que el origen sea menos concreto y sea una generalización acerca de las mesoneras españolas de la época. La mayoría de ellas, al menos las que trabajaban en la capital, parece ser que eran mujeres del norte, asturianas y gallegas sobre todo; mujeres fuertes, acostumbradas a viajar y a valerse por sí mismas. Con carácter, en una palabra. La mayoría de ellas (la mayoría de las mujeres en general, de hecho) se llamaban María, y «morena» es un apelativo típico para las mozas españolas, así que marimorena podría ser perfectamente una forma general de referirse a todas ellas. Aunque a mí, personalmente, me gusta más la historia con más detalles, elige tú la tuya.

 

5. Dejar en la estacada

 

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Dejar en la estacada significa abandonar a alguien en el peor momento, a traición. Y el origen de esta frase hecha es realmente muy literal. Verás, las estacadas eran los campos de batalla delimitados por estacas, en los que se celebraban torneos y demás competiciones entre caballeros. De ahí dos frases hechas: quedarse en la estacada, que viene de ser vencido en el campo de batalla, y dejar en la estacada, que viene de abandonar a alguien en ese lugar tan inhóspito y peligroso.

 

6. Esto es jauja

 

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¡Esto SÍ es Jauja!

 

Decimos que algo es jauja cuando obtenemos beneficio fácilmente de ello, sin demasiado esfuerzo. Pero Jauja es en realidad una región peruana, muy rica en minas de metales preciosos, y la expresión viene de la facilidad con que los conquistadores sacaban provecho de estas minas, rascando un poquito apenas. No es muy halagador para nosotros los exconquistadores… pero así es.

Algo muy similar ocurre con la expresión valer un potosí, que proviene precisamente de Potosí, una ciudad del sur de Bolivia que fue masivamente expoliada por los conquistadores españoles en la época. Ains.

 

7. Ser un gorrón

 

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Ser un gorrón e ir de gorra, ambas frases hechas comparten origen… y parece ser que este tiene toques estudiantiles. Y es que antaño los estudiantes en Madrid vestían capa y gorra, y al estar lejos de sus familias era bastante habitual que pasasen aprietos económicos e incluso hambre, por lo que acostumbraban a colarse en fiestas y banquetes, o a intentarlo como mínimo. Para ello, saludaban al entrar educadamente quitándose la gorra y haciendo una pequeña reverencia, y de esta forma a veces conseguían su propósito pasando desapercibidos, por lo menos hasta que les daba tiempo de llenarse un poco el buche.

 

8. Tirar la casa por la ventana

 

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Esta es otra de las que me encantan porque es totalmente literal, y eso da puntos extra. Y es que parece ser que en el siglo XIX era costumbre celebrar que te había tocado la lotería vaciando la casa… por la ventana. Tiraban de todo: muebles, ropa, comida, lo que pillaban. Con lo bonitos que son los descorches de cava en la tele hoy en día, ¿verdad? ¡Y mucho menos peligroso para el que pasa por ahí, además!

 

9. Mandar a alguien a hacer puñetas

 

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Las puñetas son unos adornos de encaje que se ponían en las mangas de los trajes, y tan solo podían permitírselas los ricos, ya que eran muy costosas por el trabajo que conllevaban. Hoy en día todavía se pueden ver en algunas togas de juez. Estas puñetas se hacían con encaje de bolillos, una técnica artesanal muy trabajosa y lenta, que ha persistido hasta nuestros días gracias a los esfuerzos de muchas mujeres por salvar esta tradición. La expresión viene precisamente de lo complicadas que resultan de producir; mandar a alguien a hacer puñetas es asegurarse de que vas a tardar bastante en volverle a ver, si tienes suerte y no vuelve hasta que acabe.

 

10. ¡Ojalá!

 

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Para el final he dejado esta expresión, que si bien no llega a ser una frase hecha, a mí personalmente me encanta. Ojalá, ojalá… ¡ojalá que llueva café en el campo! Utilizamos esta palabra constantemente, pero, ¿sabemos de dónde viene? ¿Qué estamos diciendo en realidad? Pues estamos diciendo, hache aspirada arriba hache aspirada abajo, law sha’a Allah, interjección árabe que significa «si Dios quisiera». Así que, en realidad, cada vez que exclamamos ojalá nos estamos encomendando al dios musulmán.

 

Y esto es todo por hoy. No están todas, claro, pero sí unas cuantas. ¿Conoces tú alguna más?

 

 

Por Eva de SelfPackaging

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