Hay que ver. No hace ni dos días estábamos tumbados a la bartola en la orilla del mar, y sin habernos dado ni cuenta nos hemos plantado en Halloween… ¡nos descuidamos un poquito más y estamos comiendo turrón!
En fin, no adelantemos acontecimientos, que bastante se adelantan ya ellos solitos. De momento estamos en todos los Santos, o Halloween, como bien nos ha inculcado el cine y las series estadounidenses. Como ya te expliqué una vez en otro post, muchas de las fiestas católicas se celebran ciertos días del año porque ya se celebraba previamente una fiesta en esa misma fecha, una fiesta pagana, se entiende, y de esta forma, muy inteligentemente, la Iglesia se aseguraba que el pueblo, acostumbrados ya a celebrar algo un día X, no les costase el cambio de empezar a celebrar algo distinto ese mismo día. Pues con el origen de Halloween pasa algo muy similar, y es que los primeros en empezar a celebrar el «día de los muertos» fueron los celtas… aunque en realidad ellos celebraban algo muy distinto. ¿Quieres saber el qué?
El origen de Halloween (o qué hacer cuando te dan calabazas)
Como te decía, Halloween tiene un origen celta. Y es que el 31 de octubre en esta cultura norteeuropea se celebraba el Samhain, que para ellos venía a ser en realidad el año nuevo. Este era el inicio del calendario de invierno (igual que lo es para nosotros hoy, por eso cambiamos hace unos días la hora en nuestros relojes), y el invierno marcaba el nuevo año. Los celtas eran un pueblo del hemisferio norte, y habitaban zonas de Irlanda, Inglaterra, Escocia y Francia. Como pueblo norteño que eran, empezaban los ciclos temporales por la mitad oscura: el día terminaba con la caída del sol y la jornada siguiente tenía su inicio con la oscuridad de la noche, el año nuevo comenzaba en esta fecha con el principio del invierno boreal. De ahí que la noche (y no el día) en que empezaba el invierno fuese tan importante para ellos.
¿De dónde viene entonces esta asociación con la muerte y los difuntos? Pues de la iglesia católica, sin duda. Y es que durante esa noche los celtas hacían sacrificios humanos y de animales, en honor al dios Samhaím, señor de la muerte, así que qué mejor fecha que esta para la Iglesia para representar su noche de difuntos.
Entonces, ¿por qué las calabazas y los disfraces? Verás, durante la fiesta del 31 de octubre los celtas se disfrazaban con las pieles de los animales que previamente habían sacrificado para echar del pueblo a los demonios que los visitaban y que al día siguiente todo volviese a la normalidad. Además, con las cenizas y restos de los sacrificios hacían un rito para conocer el futuro de los siguientes meses, así que mataban dos pájaros de un tiro, nunca mejor dicho. Por eso hoy en día los niños (y no tan niños) se disfrazan en este día.
En cuanto a las calabazas, la explicación es mucho más sencilla: simplemente, es época. A finales de octubre se recogen y recogían las calabazas, y había un excedente que al imaginario popular le vino pero de perlas para hacer unas decoraciones de lo más tétricas, otoñales… y económicas. Hoy en día, sin embargo, la demanda es tan alta que el excedente en la cosecha ya no se produce, claro, así que hay que plantar ya planificando ese enorme uso que se le dará a esta baya durante estos días.
Y el término «Halloween» en sí, ¿de dónde viene? Aparentemente no tiene ninguna raíz identificable, parece que no hay de donde tirar etimológicamente hablando… pero sí. Resulta que en el siglo VIII la Iglesia católica convirtió el día 1 de noviembre en el día de Todos los Santos, para resarcir así a todos aquellos nombres que no tenían un día específico de celebración. A lo largo de los años, el pueblo empezó a llamar «All Hallows Mass» (la misa de todos los santos, de las personas santas) a la que se celebraba la Noche de Todos los Santos. Esa noche, la víspera, se conoció como «All Hallows Eve» (Víspera del Día de Todos los Santos). Con el tiempo, este término derivó y se acabó convirtiendo en Halloween.
Por último, nos quedaría por desvelar el porqué de la costumbre de repartir caramelos, y de nuevo parece ser que el origen es católico. El 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, los cristianos primitivos iban de pueblo en pueblo mendigando «pasteles de difuntos» (soul cakes), que no eran sino trozos de pan con uvas pasas. Aparentemente estos pasteles eran el pago mediante el cual los ciudadanos encargaban a estos mendigos rezos y oraciones por sus almas y las de sus seres queridos, por lo que cuantos más dulces recibían los mendigos, más rezos hacían en nombre de una familia. No es un origen tan dulce, ¿verdad…?
¡Qué interesante! No conocía el origen de ninguna de las costumbres, aunque sospechaba que la Iglesia tenía que estar siempre de por medio 🙂
Unas fotos preciosas, además. ¡Feliz Halloween!