Que el rosa es un color de niñas parece que es algo casi inherente al ser humano, dada la tranquilidad con la que lo asumimos y lo damos por hecho, ¿verdad? Vale que hay rebeldías, que hay sectores que intentan (intentamos) luchar contra este presupuesto cromático totalmente dictatorial… y absurdo, alguien tenía que decirlo: ¡es totalmente absurdo! Pero al final de los finales, a la hora de la verdad, pocos son los que se atreven a presentarse con un baberito rosa para un nene recién nacido. Al revés todavía puede resultar aceptable, pero un niño bebé de rosa parece algo totalmente prohibido.
¿El rosa es un color de niñas? ¿¡Desde cuándo!?
Pues lo cierto es que esto no siempre fue así. De hecho, hace muy muy poco tiempo que lo es, ni cien años siquiera. Hasta la Segunda Guerra Mundial, el rosa se asociaba más con el rojo, color más fuerte y vital, y estaba bien visto que los niños lo llevasen. En cambio, el azul celeste se consideraba más delicado, más fino, y se le solía adjudicar más frecuentemente a las niñas. Aunque en realidad, el color base para los recién nacidos en la antigüedad siempre fue el blanco, símbolo de pureza e higiene.
Hasta mediados del siglo pasado hombres y mujeres vestían este «femenino» color por igual, y en el siglo XVIII, por ejemplo, era perfectamente normal que un hombre vistiese un traje de seda rosa con bordados de flores, sin que ello levantase narices al viento ni provocase susurros a su paso. Como mucho, algún que otro movimiento acelerado de abanico, poco más. En un artículo de 1914 de The Guardian, sin ir más lejos, se aconseja «el rosa para el niño y el azul para la niña, si se siguen las convenciones». Vamos, todo lo contrario a nuestros días.
Hasta los años 20, parece ser que en los orfelinatos de buena parte de Europa se utilizaba el color rosa para diferenciar a los niños y el color azul para las niñas… Entonces, ¿en qué momento y por qué cambian las tornas y el rosa pasó a ser un color supuestamente cursi y femenino? Pues la culpa de todo en este caso parece ser que la tiene esta señora, con esta cara de no haber roto nunca un plato: se trata de Mamie Eisenhower, esposa del entonces presidente de los Estados unidos, quien parece ser que sentía predilección por este color. En 1953, acudió a una gala con este vestido que veis, y se convirtió en un símbolo para las mujeres de su época, a pesar de acuñar frases del tipo «Ike dirige el país, yo giro las chuletas de cerdo»… o precisamente por eso, vete tú a saber.
Es de suponer que Mamie Eisenhower no giraba las chuletas con este vestido puesto…
Este hecho, esta moda imprevista y espontánea, cambió todas las convenciones que existían hasta la fecha. De repente, las niñas de toda Norteamérica primero, y muy pronto también de Europa, debían ir con lazos, tutús y pompones rosas… y por supuesto el color dejó de asociarse a los niños con la misma inmediatez, no fuera a ser que llevase a equívocos indeseados. Finalmente, hubo algún que otro personaje del papel couché que reforzó esta tendencia, como por ejemplo la sex symbol de finales de los 50, Jayne Mansfield, quien extendió esta moda del rosa femenino y la reforzó de forma que… bueno, de forma que a ver quién es el guapo ahora que cambia esto.
Jayne, hija, en menudo embolao nos has metido
El caso es que así de encasillados nos hemos quedado. Yo personalmente estoy un poco hasta el moño (y que conste que me encanta el rosa, eh, es un color precioso y sienta divinamente si estás un poco morena), y me solidarizo a tope con la pequeña Riley, cuya pataleta se hizo viral en la Navidad de 2011, cuando su madre la grabó poniendo a las agencias de marketing del mundo entero a caer de un burro. Disfrutadla porque tiene más razón que un santo la criaturita:
Ana,
Me ha encantado. Me gsutan mucho estas curiosidades. A ver si pones más 🙂
Un beso y enhorabuena por el blog.
Por cierto, deberías firmar los posts. 😉
Hola Paloma! Oh, muchísimas gracias, nos alegra muchísimo que te guste y te parezca interesante 🙂
Ah, el post lo firma Olga de SelfPackaging… casi siempre es ella quien los redacta. ¡Un saludo!