Este año nos brinda una oportunidad única, algo extraordinario que solo pasa cada cuatro años. Y es que cuando nos toca un año bisiesto tenemos un día más para disfrutar, un día más para hacer que importe, que valga la pena. Un día para hacer manualidades, por ejemplo, o para reemprender ese proyecto que siempre dejas un poco de lado porque no te dan los 365 días de los que dispones habitualmente.
Pero, ¿por qué es un año bisiesto? ¿Por qué cada cuatro años añadimos un día a febrero, que es ya de por sí un mes frío, un mes que cuesta, un mes que estás deseando que acabe para que empiece la primavera de una vez? Vale que este hecho es muy útil para acordarse de cuándo tocan Olimpiadas de verano, pero… ¿en serio era tan importante como para señalárnoslo de esta forma tan complicada? No, no, los dioses del Olimpo no tuvieron nada que ver con esto, ni siquiera los dioses romanos estuvieron involucrados en el tema. Aunque sí sus emperadores, ahí sí. ¿Quieres saber el por qué? Pues nada, aquí estamos para aclarártelo, cero problemas, ¡nos chifla!
Año bisiesto, ¿por qué cada 4 años?
Parece ser que en el año 46 a.C. Julio César, que admiraba profundamente a los egipcios (no tanto como Marco Antonio, pero ahí andaba), pidió a un astrólogo llamado Sosígenes que elaborase un calendario basándose en el que estos utilizaban ya. Este año tenía (y tiene) una duración real de 365 días 5 horas 48 minutos 45,25 segundos, o 365,242190402 días (lo que se entiende por año trópico), por lo que por comodidad se redondeó en 365. Pero ese tiempo que sobra existe, no desaparece, y hay que ponerlo en algún sitio, claro está. Sosígenes lo solucionó intercalando un día extra entre el 23 y el 24 de febrero.
Cuando en 1582 el papa Gregorio llevó a cabo el cambio en el calendario que ha llegado hasta nuestros días, este día extra se colocó al final de mes (29 de febrero).
Curiosidades acerca del año bisiesto:
- El término bisiesto viene del latín bis sextus dies ante calendas martii («repítase el sexto día antes del primer día del mes de marzo»). Y es que los romanos no contaban los días del mes del 1 al 31, sino que tomaban tres fechas de referencia: calendas, nonas e idus. Para contar se incluía el día de referencia (en este caso, el 1 de marzo). Complicadillo, ¿verdad?
- En el calendario juliano se consideraban bisiestos los años divisibles entre cuatro. Así, el año juliano duraba 365 días + 0,25 = 365,25 días, más que el año trópico, que consta de 365,242190402 días. Según el calendario gregoriano, la regla para los años bisiestos es la siguiente, atención porque no es fácil: un año es bisiesto si es divisible entre 4, a menos que sea divisible entre 100. Sin embargo, si un año es divisible entre 400, entonces también bisiesto. Obviamente, esto elimina los últimos años de cada siglo, que terminan sí o sí en 00, cuyo siglo no es múltiplo de 4. ¿Cómo te quedas?
- Cuando Sosígenes entregó a Julio César su calendario, este estaba basado sobre todo en el calendario egipcio, pero conservando los nombres latinos para los meses. La compensación de los desfases que tenía acumulados el calendario romano obligó a que el año 46 a.C. se convirtiera en el año más largo de la historia, con ¡¡¡445 días de duración!!! A este inusual año se le llamó «año juliano» o el «año de la confusión».
- Aunque parezca que entre el año 549 d.C. y el año 2009 hayan pasado 1.460 años, en realidad han pasado 1.461, ya que, como cada 4 años hay un día más, cada 1.460 se acumulan 365, lo que incrementa el intervalo de tiempo en 1 año. Generalmente, si los años no bisiestos son 1.460, la medición teniendo en cuenta los años bisiestos sería la anterior +1. Si fuera el doble de 1.460 (2.920), +2, y así sucesivamente en todos los múltiplos de 1.460.
¿Qué te ha parecido esta explicación? ¿Has descubierto cosas que no sabías? Nosotros, desde luego, sí lo hemos hecho, y nos encanta. Así que, lo dicho, a disfrutar de este día que nos cae extra este año, ¡aunque caiga en lunes!