Decía Danny de Vito en su película La guerra de los Rose: «Esta es la moraleja de todo: divorcio civilizado es una expresión contradictoria. Aparte de que los amantes de los perros no deben casarse con los amantes de los gatos, claro». La verdad es que esta afirmación es exagerada, no es cierto que estas dos adorables mascotas no puedan llegar a convivir, pero sí es verdad que tienen sus diferencias, vamos a llamarles así. Vamos a llamarles así porque eso es realmente lo que son, el lenguaje corporal de perros y gatos es radicalmente opuesto muchas veces, y esto lleva a malos entendidos que pueden acabar como el rosario de la aurora.
Aquí en el estudio tenemos dos equipos: el equipo gatos y el equipo perros. Y es que de momento no hay nadie por aquí que comparta su vida con las dos especies, por lo que solemos bromear compitiendo con las monadas que hacen unos y otros. ¡Pues mi perro hace esto! ¡Pues mi gato hace lo otro! Y así indefinidamente. Yo personalmente tengo dos perretes adorabilísimos, pero te aseguro de algún día, a no mucho tardar (cuando convenza de ello a mi chico, básicamente), aumentaremos la familia con algún minino. Así que el otro día me picó la curiosidad y me puse a investigar por qué se pelean perros y gatos, a ver si así le convencía… y aquí te explico lo que averigüé. Espero que te resulte tan interesante como a mí.
Como el perro y el gato: he aquí el quid de la cuestión
1. El meneo de la cola
Debería empezar explicándote por qué los animales mueven la cola. Sabemos, por ejemplo, que si un perro mueve la colita es que está contento. Pero… ¿por qué? Es decir, ¿por qué hacen eso y no el pino puente, por ejemplo? Pues resulta que muchos animales, perros y gatos entre ellos, tienen unas glándulas junto al ano que desprenden un olor que les identifica, es como su huella dactilar. Nosotros no podemos percibir esos olores (afortunadamente), pero ellos desde luego sí los perciben, muy muy claritos. Pues bien, cuando un perro está confiado, contento y tiene ganas de jugar, mueve la cola de lado a lado para dejar salir ese olor y que el otro animal (o su dueño) sepa que es él y que quierelapelotaquierelapelotaquierelapelota… por ejemplo. Cuanto más contento esté y más ganas tenga de jugar, a mayor velocidad moverá la cola. Precisamente por la misma razón, cuando un perro está asustado mete el rabo entre las patas, para intentar pasar lo más desapercibido posible.
En cambio, el lenguaje de los gatos en este sentido es muy distinto. Ellos utilizan esa glándula «perfumada» para avisar al otro de que mejor que no le busque las cosquillas, así que si mueven la cola muy rápido significa déjameenpazotevasaenterardeloqueesbueno.
Por eso, cuando un gato y un perro se encuentran, si el perro pretende jugar y mueve la cola para invitar al otro, el minino se lo suele tomar bastante mal, porque no entiende por qué está tan enfadado sin haberle hecho nada y… ¡zas!
2. La posición del lomo
Si tienes perro reconocerás esa pose tan graciosa, con el culo en pompa, que hacen cuando quieren invitar a jugar. Suele ir acompañada de saltitos nerviosos con las patas delanteras, emocionadísimos, y con un meneo de cola importante. En el caso de los míos, los ladridos de impaciencia tampoco pueden faltar en el cóctel. Cuando hacen eso, te están provocando para que les persigas, o les lances la pelota, o corras tú para que te persigan ellos a ti. Tienen ganas de marcha, en una palabra.
En cambio, si bien el gato también replica este gesto canino de una forma muy similar, tiene además otra postura muy muy parecida pero con un significado totalmente opuesto, ya que para mostrar su enfado arquean el lomo hacia arriba, lo que les lleva a confundir la juguetona pose canina con una amenaza… cuando en realidad no lo es. Ains, los problemas de comunicación, nos traen a todos de cabeza…
3. La posición de las orejas
Y llegamos a lo que mayor confusión puede provocar entre los miembros peludos de nuestra familia: la posición de las orejas. Para los animales, que ni sonríen ni se ponen serios ni tienen mirada de desdén siquiera (bueno, perdón, sí, los gatos sí tienen esa mirada), la posición de las orejas es una forma muy útil y práctica de comunicarse entre ellos. Perros con perros y gatos con gatos, claro. A la que mezclamos especies… de nuevo pueden aparecer los dichosos malos entendidos, repámpanos. Estos son algunos de los significados que los etólogos atribuyen a las distintas posiciones que adquieren:
Perros:
- Tiesas y algo inclinadas hacia adelante: Estoy muy muy atento, estoy mirando algo que me interesa muchomuchomucho. Suele ir acompañado de un ladeo de cabeza dulcísimo. Probablemente tú estás comiendo mientras tanto algo dulcísimo también.
- Tiesas y algo inclinadas hacia adelante, segunda parte: Si saca pecho, yergue y adelanta la cabeza y cierra el hocico, está expresando su dominancia. Lo más seguro es que el perrito más pequeño del vecino ande cerca.
- Muy inclinadas hacia adelante: Aquí nuestro perro está amenazando con atacar de un momento a otro. Normalmente enseñará los dientes al mismo tiempo. Si se trata de uno de mis perros lo más probable es que se hayan asustado con alguna bolsa de plástico voladora… ¡malditas sean!
- Hacia atrás: Tiene miedo, así que seguramente también tiene la cola entre las patas y los ojos entrecerrados para evitar cruzar miradas con lo que sea que les atemoriza. ¿Hay tormenta o petardos, quizás?
- Hacia atrás y pegadas a la cabeza: Está expresando sumisión. Mirada baja, cuerpo un poco contraído… lo que tú quieras, haré lo que tú quieras, está diciendo.
- Relajadas: Cola alta, boca abierta, posiblemente la lengua cuelgue un poco… Nuestro perro está relajado, en actitud amistosa, ¡feliz!
- En movimiento constante: Está tranquilo pero activo, atento a lo que sucede a su alrededor.
Gatos:
- Tiesas y hacia los lados: Está relajado, se siente seguro, se limita a observar lo que le rodea. ¿Acaso no soy un gatito adorable?, parece decir.
- Hacia atrás y pegadas a la cabeza: Está asustado, y si lo que le asusta no desaparece pronto en breve podría enseñar sus colmillos… ¿Alguien ha osado sacar el transportín para ir al veterinario, quizás?
- Inclinadas hacia adelante: Está atento, al acecho, en posición de caza. En realidad no soy un gato común europeo… ¡soy un tigre de Bengala! ¿Es que no lo ves? Menudo susto se va a llevar ese ratoncillo de juguete cuando lo atrape… muahahahahahaha…
- En movimiento constante: Está intentando identificar un sonido. Es posible que su humano haya abierto una lata de delicias de salmón en la cocina… hum… ¡habrá que investigar!
- Hacia atrás: Gatito lindo dispuesto a atacar en 3, 2, 1… ¡corre!
Resumiendo, nuestros queridos peludos caninos y felinos pueden tener ciertos problemas de comunicación… igual que nosotros, sus humanos. Pero, al igual que nosotros también, los pueden superar, por supuesto. Lo más sencillo para conseguirlo es que crezcan juntos, claro, pero de todas formas, al igual que en nuestra especie, también hay individuos más comprensivos, más pacientes, más tolerantes que otros. Mi consejo si te decides a compartir tu vida con ambas especies es, en primer lugar, que consultes a un experto en comportamiento animal (etólogo) para que te aconseje a la hora de hacer las presentaciones pertinentes y de establecer las normas de conducta los primeros días, y, en segundo lugar, que lo comentes con la gente de la protectora de la que vayas a adoptarlos, ellos les han visto a diario durante cierto tiempo y sabrán aconsejarte qué individuos van a ser capaces de convivir mejor. Y sobre todo, no lo olvides: ¡no compres, adopta!